martes, 28 de octubre de 2014

TODOS SOMOS DIFERENTES

A continuación os presento una historia que se podría usar en clase para mostrar un ejemplo de diversidad y la necesidad de su respeto, en el caso concreto de los alumnos con TDAH. En la historia que propongo, ficticia, solo pretendo presentar una metáfora que pueda servir de ejemplo. Ahí va:



Hola, os voy a hablar de Tuno, mi perro. Es un labrador de tres años precioso, pelo negro brillante, fuerte, valiente, infatigable, inteligente y tremendamente cariñoso. Le quiero mucho y soy muy feliz con él, ahora, porque hubo un tiempo en el que eso no fue así.

Tuno nunca ha sido un perro normal, claro que no. De pequeño era un auténtico trasto. No paraba quieto ni un instante. Arriba y abajo, a las sillas, al sofá, a las cortinas... no dejaba títere con cabeza. Destrozó al menos 8 ó 9 cojines. No le bastaba con los montones de muñecos que le traía para que jugase, todos los descuartizaba. No sabía entretenerse con nada.

En una ocasión se comió los cables del ordenador y a punto estuvo de quedarse frito, otro día se acercó tanto a la estufa que se quemó algo de pelo, varias veces se escapó a la calle y en una de ellas un coche casi le atropella, tenía tanta prisa por comer que siempre tiraba su plato y todo acababa por el suelo. Sacaba la basura del cubo y arrancaba las plantas del patio. La huerta era un auténtico desastre, todo lo pisaba, me arrancaba lo que acababa de plantar, y yo le castigaba. 

La hora del paseo era un suplicio, iba de izquierda a derecha, de un lado al otro, tan pronto se paraba, como intentaba salir corriendo detrás de otro perro, me arrastraba, yo me ponía de muy mal humor, me enfadaba y le gritaba.

Se supone que debíamos ser amigos, pero yo no sabía qué hacer para que se comportase de otro modo. Me sentía muy triste, no sabía que hacer, no comprendía qué pasaba. Así que busqué ayuda. Encontré a Blas, un entrenador de perros, y me explicó todo lo que había que cambiar.

Lo primero que hicimos fue apuntarnos los dos al deporte, Tuno tenía mucha energía y necesitaba gastarla. Le tiraba la pelota, algo que le encantaba, le sacaba al campo, salía a correr con él, le juntaba con otros perros para que jugase con ellos. ¡Nos divertíamos los dos!

El entrenador le enseñó a estar más tranquilo, a observar y a esperar. Poco a poco fue cambiando su conducta, se fue relajando un poco más y se comportaba mejor.

Hoy Tuno, con mucho esfuerzo, es un perro muy cambiado. De vez en cuando hace alguna de las suyas, pero nos lo tomamos con humor. Y yo también soy distinto. He aprendido que uno no se puede dejar vencer por las dificultades, ¿que mi perro era muy guerrero? ¿que no era como los demás? ¡Pues claro!, pero estamos trabajando para que su comportamiento mejore día a día, y yo también he tenido que cambiar cosas, como ser más paciente y marcarle unos límites.

Hoy Tuno es un perro feliz, ¡y tiene trabajo! Cuida todas las tardes las ovejas del pastor, que es vecino del pueblo, y lo hace de maravilla, las guía cuando salen, para que no salgan a la carretera... ¡menudo fichaje!

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